De año en añoDestacadosNos vamos de fiestaRecomendados

Un pregón en el nombre del padre

Los hermanos José Luis, Javier y Álvaro de la Parra abren las Fiestas de San Agustín de Toro con un homenaje al genial fotógrafo José Luis de la Parra, un toresano irrepetible y singular cuya luz ilumina la memoria de la ciudad

El recuerdo luminoso de José Luis de la Parra, uno de los hombres más singulares, sabios e irrepetibles que ha dado Toro, ha servido para abrir las Fiestas de San Agustín 2022 con un pregón a cargo de sus hijos, José Luis, Javier y Álvaro, cargado de emoción, memoria, amor por la tierra y el profundo conocimiento de lo que llevan escrito en la piel desde la cuna.

Han sido poco más de treinta minutos, pero la figura de José Luis bien daría para un tratado sobre Toro y sobre el hombre, sobre el amigo, sobre el visionario. Además de agradecer al alcalde, Tomás del Bien, la oportunidad de este pregón, los hermanos De La Parra no han dejado de recordar a Agustín Asensio, «gran amigo de nuestro padre y uno de los mejores alcaldes que ha tenido este pueblo. Honesto, servicial y siempre dispuesto a escuchar. Un gran gestor que hizo de nuestro pueblo un lugar mejor y más amable para el desarrollo y la convivencia», así como a todas las personas que han padecido y han luchado contra los incendios que han asolado nuestra tierra. «Porque a pesar de la incapacidad política de algunos, la gente siempre responde cuando hace falta«.

Los pregoneros han querido dedicar también sus palabras «a todas las personas anónimas que luchan día a día por tener una vida y un futuro mejor. A las de aquí, a las de allá y a las de más allá, porque por encima de himnos, fronteras y banderas, somos personas. PERSONAS. Que nos os engañen los que recientemente han llegado a nuestra tierra a sembrar el odio y la confrontación».

No podía faltar una dedicatoria a Pili, «madre y capitana del barco de esta familia», a quien le han agradecido «darnos el amor, la educación y las herramientas necesarias para volar e invitarnos a ser lo que queramos ser».

Familia De la Parra. Foto Ana Pedrero

Con los toresanos en pie, con los recuerdos a flor de piel y los corazones en pie, los hermanos De la Parra han realizado un pormenorizado retrato de su padre, aquel hombre inquieto, culto, variopinto, amigo de sus amigos, toresano hasta los tuétanos. Nunca vivió Toro un día tran triste como el de su partida. Pero hoy, en la voz de sus hijos, la sonrisa de Parra recorría la ciudad por todos sus rincones. Qué orgullo.

«Desde bien pequeños, José Luis, nuestro padre, nos inculcó el amor por la cultura. La música, la lectura o cualquier herramienta que nos pudiera aportar conocimiento y sabiduría. Algo que para él era parte esencial de la vida«.

«Si tienes la posibilidad, por qué no hacerlo». A sabiendas de que la cultura era sinónimo de desarrollo y libertad. «Eso no quiere decir que en esos tiempos le hiciéramos mucho caso. Bueno, en realidad más bien poco. Pero ahí quedó el poso».

También, «desde bien pequeños nos transmitió el amor por Toro, su universo particular y del que salir le costaba un triunfo. “No necesito más”, repetía sin descanso cuando se le planteaba un viaje o un paseo alejado de su universo toresano».

Tras repasar diversas anécdotas del protagonista del pregón y de su incursión en el mundo de la música y de los grupos toresanos de entonces, los hijos de José Luis y Pili se refirieron a su gran pasión y oficio vital. «Su mayor virtud, sin duda, fue a los mandos de la cámara. Su talento y su destreza eran directamente proporcionales a su despiste y desorden. Nunca olvidaremos esos sábados en los que estábamos en la tienda tratando de sisar algunas monedas de la caja, la visita de algunos clientes en busca de sus ansiadas fotografías. No todos se las llevaban, pero casi todos salían contentos con alguna cámara o carrete bajo el brazo para paliar la espera».

«Y es que nuestro padre empezó muy joven en esto de la fotografía. A los trece años ya recorría en bicicleta los pueblos cercanos a Toro para fotografiar a sus gentes. Para nosotros era muy curioso ver que cuando visitábamos alguno de estos pueblos mucha gente le saludaba o, desgraciadamente para nosotros, ese saludo se convertía en una animada e interminable conversación. Daba igual el pueblo que visitáramos, la sensación era que no habíamos salido de Toro». José Luis, Javier y Álvaro lo iban «clavando». Para quien conociera a José Luis, era fácil cerrar los ojos y reconocerlo en las palabras y vivencias de sus hijos.

El alcalde de Toro, Tomás del Bien, se dirige al público ante la mirada de los hermanos De la Parra. Foto Ana Pedrero

«Una de las virtudes que percibíamos en nuestro padre, y que a día de hoy seguimos manteniendo, era la virtud de entusiasmarse con las cosas. Tan pronto aparecía en casa con una colección de relojes de bolsillo, como cargado de pinturas, plumas, cromos, pizarrines, libros o plumines, que, tras una ardua negociación, rescataba de la tienda de Petra Pelayo y que todas las noches escrutaba en el salón de casa al abrigo de una copita de coñac». Esa curiosidad por la vida, por las pequeñas cosas, es otro de los legados de José Luis, que se emocionaba como un niño pequeño y era capaz de emocionar a los demás.

La calle de Toro como ágora de encuentro, sus terrazas, la hora de los vinos… la memoria de la ciudad paseaba por las líneas del pregón.

«Cómo no acordarse de los champiñones y las gambas del Susi, los torreznos del bar Mesio, el morro del Mesón Zamora, las delicias de La Reja, los pimientos fritos de la Bodeguilla, los pepinillos rellenos del Castilla, los calamares del Catayo, las calandracas y las gambas rebozadas del bar Alegría o la deliciosa cocina de mercado de Lorenzo, “el Pillo”».

Los fines de semana de verano, «la diversión se trasladaba a alguna finca de amigos, casi siempre a la misma, la finca de los Hambrina, territorio de Paco, Manuela y Gildo». Y parecía entonces que a lo lejos sonaba la guitarra de Parra, los cánticos entre amigos, aquellas jornadas sin prisa ni preocupaciones que José Luis siempre impregnaba de magia, de su gracejo natural, de su inteligencia aguda.

Ha sido un homenaje y ha sido mucho más que un pregón. José Luis de la Parra forma parte por derecho propio del patrimonio humano irrepetible de Toro. Impulsor entusiasta de sus fiestas y tradiciones, de las primeras ediciones de La Vendimia; embajador a tiempo completo de la ciudad, músico, banderillero, hombre orquesta, anárquico, indómito, tan cercano, tan nuestro, su estrella brilla siempre en el cielo toresano. En su recuerdo, al finalizar el pregón, ha sonado el pasodoble que David Rivas compuso en su memoria. Porque él era la memoria viva de Toro y de sus gentes.

Ovación de gala desde la tierra al cielo para los pregoneros, que han abierto las Fiestas de San Agustín en el nombre del padre.

Gloria, José Luis de la Parra.

Fotos Ana Pedrero

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba