Amaneció soleado el Domingo de Ramos y no era para menos. «La Borriquilla» volvía a pasar por las calles de Toro después de dos años, rodeada de niños con sus ropas nuevas que alzaban sus palmas al cielo. La algarabía y las sonrisas eran palpables porque Jesús, a lomos de su borriquita, había entrado en Jerusalén. O, en este caso, en la Ciudad de las Leyes, que se llenó de ramos de laurel y su aroma, y de palmas para recibir al Hijo de Dios.
Desde la parroquia de Santo Tomás, «la Borriquilla», como la conocen los toresanos, caminó por las calles, mientras Cristo, sentado sobre su lomo, repartía bendiciones con su mano a todos quienes salieron a su encuentro durante el recorrido que finalizó en la Colegiata de Santa María la Mayor, donde tuvo lugar la Eucaristía.
La Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad organizaba la procesión que rememora la entrada de Jesús en Jerusalén los días previos a vivir su Pasión y que estuvo acompañada durante todo el recorrido por la Banda de Música «La Lira», que amenizó el desfile procesional con marchas de Gloria.
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