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Luis Santana abre la Pasión de Toro con un pregón muy personal y emotivo

El barítono zamorano, toresano de alma, realizó en la Colegiata un repaso por los momentos más señalados de la Semana Santa de Toro en un discurso cercano que llenó de recuerdos, anécdotas, momentos para la sonrisa y música, con el canto de las Cinco Llagas. Tras el pregón, Francisco Javier Ruiz Matilla recibió el Cofrade de Honor

El barítono zamorano Luis Santana, toresano también de adopción y de sentimiento, ha sido el encargado de dar inicio oficial a la Semana Santa de Toro con su pregón, y lo ha hecho en la magnífica Colegiata de Santa María la Mayor. Además, el acto contó con el acompañamiento musical del Coro de Cámara Discantus de Valladolid.

Santana comenzó su discurso con la humildad de quien sabe que no se mueve en su terreno natural, aunque, por supuesto, tampoco le es desconocido, y así, confesó «aquí estoy, muerto de miedo y con la responsabilidad de representar a los míos«, pues Dios no le había concedido «talento para la escritura», y señaló para ello los versos de Cervantes en su «Viaje del Parnaso«: «Yo que siempre me afano y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo». A lo que añadió… «voy a hacer lo que se pueda».

Y pudo bien, ya que el suyo ha sido el pregón de un artista, que ha sabido combinar con mimo y delicadeza y con gran sensibilidad el lirismo y la perfecta modulación de su voz y de su música con el efecto literario creado a través de sus palabras. Y es que quizá el cielo sí quiso darle esa gracia…

De este modo, Luis Santana ofreció al público que llenaba la Colegiata un pregón emotivo y cercano, en el que se mostraba como es y en el que reflejó su amor tanto por Toro como por la música, así como la unión que existe entre ésta y la Semana Santa toresana; también su unión con la ciudad, «mi ciudad del alma«, lugar al que «llegué con quince años y jamás me he ido» porque «Toro me acogió como a uno de los suyos y a Toro lo siento tan mío que me siento tan toresano como el más cermeño de pura cepa». Y tanto es así que en todos los lugares a los que viaja, que son muchos, habla y presume de Toro, de sus gentes, de sus costumbres y tradiciones, de sus productos, en especial del vino de Toro, y de su Semana Santa, y siempre da a conocer su profunda devoción por la Virgen de la Soledad (la de Santa Catalina) y por la Virgen de los Dolores.

Resultó también una prosa muy visual, ya que consiguió que los presentes imaginasen con facilidad, casi pudiendo ver lo que iba relatando. Su alocución mostró la maestría del autor, pues se advertía en ella ritmo literario y su relato, no exento de toques de humor, contenía numerosos recuerdos personales, algunos compartidos por otros toresanos, al mismo tiempo que su cuidada prosa se adornaba con citas literarias y poemas, y estaba salpicada con anécdotas simpáticas y conmovedoras, también con guiños y un cariñoso recuerdo a algunas personas de Toro.

Es el caso de pregoneros anteriores de la Pasión local, «tantos amigos tan queridos y admirados que a todos ellos va mi recuerdo y mi respeto», entre los que destacó a «mi amigo el gran Luis Felipe Delgado de Castro, mi admiradísimo Jesús de la Sota, Luis Jaramillo, Javier Ucero, mi amigo José Manuel de la Fuente, su excelencia José Navarro Talegón, además de gran amigo, el hombre más sabio y más bueno que conozco y al que Toro aún no le ha hecho justicia, Pepe Navarro es Toro y no se pueden separar nunca. También mi amigo y muy querido José Manuel Chillón, mi querida Marisol Cámara, Antonio Jesús Martín de Lera, mi admirado Bernardo Medina, y el entrañable párroco Rogelio Prieto Girón».

Ya desde el inicio, y a lo largo de su pregón, Santana no dejó pasar la oportunidad de recordar su profundo amor por la ciudad de Toro, tierra de la que aseguró que «todo se vive intensamente, a corazón abierto […] todo lo que se vive en Toro es verdad en estado puro», a lo que añadió que «así somos los toresanos… sin medida, queremos a nuestra tierra con locura». Y así lo demostró citando con alabanza lugares, tradiciones, personas de la localidad que conforman «mi Toro», como precisó, porque «para mí, Toro lo es todo, es una manera de sentir, de vivir, de palpitar, recordar, de gentes, de olores, sabores y sensaciones […] Toro tiene un imán que atrapa y te dice bienvenido a casa«, y los toresanos son «tozudos, rudos y cabezones por fuera, pero blandos, nobles y buenos por dentro».

Recordó su llegada a Toro «un día de octubre del año 1990«, cuando tenía catorce años y el proyecto de crear una coral, que se materializó en la Coral María de Molina, con la que participó durante diez años en diversos eventos de la ciudad, entre ellos las procesiones de Semana Santa. Además, recordó también otros espectáculos que ha ofrecido en la ciudad de Doña Elvira, acompañado «de tantos de los más grandes, Ainhoa Arteta, El Orfeón Donostiarra, Nati Mistral, Paco Valladares, Loles León, Pepe Viyuela, Charo López, Luis Del Olmo, Paloma Gómez Borrero, Montserrat Martí Caballé, Teresa Berganza, Antón García Abril o Lola Herrera, entre otros consagrados artistas».

Luis Santana durante su pregón de la Semana Santa de Toro. Foto Marisol Cámara

A continuación explicó que, como zamorano, «desde pequeño siempre he sido muy semanasantero«, y destacó que «el culpable de esta pasión incontrolable que tengo por la Semana Santa» fue su padre, quien «se encargó de grabarme a fuego todas las tradiciones», puesto que «en nuestras charlas siempre hablábamos de Semana Santa». Además, afirmó que no sólo es un apasionado de la de Zamora, sino que también «siempre me llamó la atención la de Toro«, en especial desde que en el escaparate de la Rosa de Oro de Zamora vio que «había un cartel con la procesión de la Madrugada de Toro en la plaza y me quedaba pegado al cristal por la belleza inigualable de aquellas imágenes, ese Nazareno me traspasó, y esos grupos escultóricos que tanto me atraían…». Y durante «esas meriendas me quedaba embobado oyéndole contar aventuras de todos los personajes de la época», y así su padre le habló sobre el incendio que devastó la iglesia de Santa María de Roncesvalles y Santa Catalina el 13 de abril de 1957 con «todos los pasos más importantes, sobre todo el maravilloso Jesús Nazareno y el Longinos«, paso del que aseguró que hay que recuperarlo, «tenemos la obligación de reconstruirlo», comprometiéndose en ese mismo momento a ofrecer un recital en Toro y donar todo lo que se recaude para iniciar la ejecución de un nuevo Longinos para la ciudad.

Por lo que respecta a las imágenes de la Pasión, Santana incidió en que «he de decir que mis tres amores son las Vírgenes de la Soledad de Zamora y de Toro, de mi querido Hipólito (Pérez Calvo), y la Virgen de los Dolores (también de Toro)», imágenes que siempre le acompañan allá adonde va.

Y en cuanto a la música, disciplina que comenzó a estudiar cuando tenía cinco años, resaltó que «mis primeros sonidos» ya fueron marchas procesionales, como la imprescindible Marcha de Thalberg, Dolor de una Madre, Getsemaní, Mater Mea, Cristo de la sangre, Juana de Arco, La Cruz, Cordero de Dios, Mi Padre Jesús…; de hecho, reconoció que, hoy día, «cuando escucho nuestras marchas se me pone un nudo en la garganta, la melancolía me invade, así mecemos a nuestras imágenes, es el sonido de nuestro corazón».

Y señaló que, en la actualidad, hay tres marchas «por las que tengo un cariño y predilección especial: Los Clavos de Antonio Pedrero, Nuestra Madre de Pedro Hernández y Perdónalos de mi gran amigo David Rivas«, compositor del que destacó que «está dejando huella en la música procesional y sus composiciones las tarareamos como si las conociéramos de toda la vida. He conocido a muy pocas personas de la calidad humana de David, su música ya es nuestra y eso le hará inmortal».

En opinión de Santana, la Semana Santa en Toro es inefable, pues «es el instante de disfrutar al máximo, de cerrar los ojos, de que los sentidos se apoderen de nuestro cuerpo, hay que estar en Toro, señores. Hay que vivirlo, no se puede explicar con palabras«. En la Ciudad de las Leyes, «el pistoletazo de salida es el Domingo de Lázaro«, quinto domingo de Cuaresma, cuando «el besamanos a Jesús (del Perdón) es un acto entrañable» que, además, marca el inicio de la Pasión.

Unos días de Pasión en la ciudad de Toro que Luis Santana fue desgranando con esmero, reseñando de cada día sus momentos más significativos. Por tanto, inició su recorrido con el Viernes de Dolores, cuando «la ciudad se prepara para vivir una de las Semanas Santas más bonitas de España«, que empieza esa noche, momento en el que «desde la iglesia de San Julián sale una de las Vírgenes más guapas de la Semana Santa«, la Virgen de los Dolores, a la que, cuando dirigía la Coral María de Molina, «le cantábamos «Stabat Mater Dolorosa» en las escaleras del Hospital de la Cruz».

La siguiente noche, la del Sábado de Pasión, la Cofradía de las Siete Palabras saca en procesión la «magnífica imagen del Santísimo Cristo de la Luz» y, junto al Crucificado, «Siete Palabras van pasando entre losas, piedras y guijarros, oscuridad y notas silentes», y «el silencio se hace sandalia franciscana, sólo roto por el chispear de las teas y unos monjes recién salidos de un cuadro de Zurbarán». Se trata de una incorporación reciente, pero «necesaria», ya que se trata de una procesión inspirada en la zamorana de la Buena Muerte«, que «es sublime, delicada, huyendo de todo elemento andalucista que tanto se copia en las Semanas Santas españolas».

El Domingo de Ramos, «Toro entero se despierta con la misa de la bendición de las palmas«. Hace ya años, recordaba el pregonero, «misa en La Mayor […] y la Coral María de Molina, con don Jesús de la Sota al órgano, se disponía a cantar la Eucaristía». Es una procesión que «nos avisa de que la Pasión acaba de entrar por el Arco del Reloj en Toro».

Por la noche, «las puertas de la iglesia de San Julián de los Caballeros se abren para que el Santísimo Cristo de la Misericordia salga por las calles de Toro», en la única procesión de toda la Semana Santa que pasa por el Arco del Postigo, «tan emblemático y tan representativo de la ciudad».

«El soberbio Cristo del Amparo, el Señor por excelencia de Toro«, sale en la noche de Lunes Santo «por sus calles a la castellana, con sobriedad contenida», acompañado por sus cofrades «portando un farol sobre la mano desnuda y capa castellana» y con «matraca, trombón y bombardino para una noche silente, penitencia interior…». Tras los cantos que hace tiempo entonaron para este Cristo las voces de la Coral María de Molina, bajo la dirección del propio Santana, «hoy la Coral La Mayor recoge el testigo […] su director, mi querido y admirado José Manuel Chillón, le ha escrito un himno para que la noche sombría sea aún más cálida y especial, para que con su amparo, apoyo, protección y ayuda nunca nos deje de su mano».

Luis Santana durante su pregón de la Semana Santa de Toro. Foto Marisol Cámara

La noche de Martes Santo es de traslado, «el tan querido Ecce Homo será llevado en procesión popular desde el Convento de Santa Clara hasta Santa Catalina«, tras la petición de la imagen a las Madres Clarisas, sus propietarias, quienes «llamaban cariñosamente al Cristo «el Amo de la casa«, para ellas era, sin duda, su tesoro más grande, su joya más preciada, y las monjas lo querían y lo cuidaban con esmero», hasta que «desgraciadamente cerraron el Real Convento de Santa Clara en 2019». Detalló Luis Santana que el Ecce Homo «sale siempre a los sones de la marcha Nazareno de San Frontis, haciendo un guiño a la procesión que a esas mismas horas sale de la Seo zamorana«, lo cual, «como zamorano me enorgullece, así tendríamos que caminar, juntos… agarrados de la mano y sin soltarnos nunca, Toro y Zamora, Zamora y Toro». Otras dos imágenes le acompañan en esta procesión, «el Cristo del Perdón, que mi gran amigo Ricardo Flecha hiciera en1991, y la Cruz desnuda con el Sudario«.

El Miércoles Santo «desde por la mañana se inicia uno de los ritos más bonitos que la Semana Santa tiene. El vestir Santos… […] El devenir de gente afanada en poner a punto los pasos procesionales». Y por la tarde, «los Abades Viejos tendrán un reencuentro a la toresana, y no podía ser de otra forma que con el bacalao».

Por la noche, «el Vía Crucis Procesional, la procesión del silencio desde la iglesia del Sepulcro» saca a la calle «otra de las joyas de la Semana Santa, el Cristo de la Expiración […] el culmen de la belleza de la imaginería toresana». El desfile procesional, prosiguió el pregonero, «es un Vía Crucis andante, silente, en los diferentes lugares hay una Cruz que indica que allí se van a leer las Estaciones», y recordó que «con la Coral íbamos interpretando el maravilloso Vía Crucis de Tomás Luis de Victoria y en la plaza interpretamos el famoso Miserere del Padre Alcácer». La procesión finaliza con la entrada en la Colegiata, «en ese instante se vive dentro del templo uno de los momentos más entrañables y emocionantes de toda la Pasión. Es el momento de adoración a Jesús Yacente con el canto de las Cinco Llagas, donde se rezan las manos, pies y costado llagados de Cristo en la Cruz». Y en este momento de su pregón, Luis Santana, con su portentosa voz, a capela y entonando tan sólo con un diapasón, cantó una parte de esas Cinco Llagas, emocionando a todos los presentes, a quienes invitó a unirse a él en algunos momentos.

Oh mi Dios crucificado,

Oh mi Cristo del dolor,

haz que siempre yo te adore,

haz que ame tu Pasión.

El Jueves Santo llega «nuestra tradición más ancestral y, sobre todo, más original de la Semana Santa», la Bendición de los Conqueros, también llamados «Cagalentejas», hermanos que «juran mantener silencio y pedir por las calles dinero para la Cofradía», para lo que «portan la conca, una mortera de madera típica en esta tierra para catar el vino», y «así estarán sin poder descubrir su rostro desde las doce de la mañana de Jueves Santo hasta que la procesión del Viernes se recoja».

Y por la noche es el barrio de Tagarabuena el que acoge la procesión del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, «una Cofradía que fue fundada en 1524 y es, sin duda, la más antigua de la Semana Santa de Toro y una de las más decanas de España«. Los hermanos acompañan a la imagen en un recorrido «que no pierde la raíz ni la esencia de una procesión de pueblo y para el pueblo, donde nace el origen de la belleza».

Llega Viernes Santo y, con él, «el culmen de la Semana Santa de Toro», matizó Santana, con la procesión de la Mañana tras el Sermón del Mandato, a las 6.00 horas, en la iglesia de Santa Catalina. «Una vez han salido todos los grupos escultóricos de la iglesia, sólo se encuentran en el interior Jesús Nazareno y la Virgen de la Soledad«, y así «llega el momento de que salga la Reina y Señora de la Madrugada toresana, la Estrella de la Mañana, la Virgen de la Soledad«, que es seguida por Jesús Nazareno. Y tras el largo recorrido, con su correspondiente descanso para comer el bacalao, desde el Espolón «se va dirigiendo toda la comitiva al templo de partida. Uno de los momentos más esperados y más numerosos de la Semana Santa es la entrada al templo y el baile de los pasos con el Novio de la Muerte sonando una y otra vez».

Ya por la noche, tras el Sermón del Desenclavo, «se entierra a Cristo como lo hacemos en Castilla, sin aspereza ni ruido, con sencillez y sobriedad… sin estridencias ni alardes». Al concluir la procesión, ya en la Glorieta, «se encuentran Cristo Muerto y su Madre para caminar juntos hacia la puerta del templo», donde se recogen todos los pasos.

Luis Santana durante su pregón de la Semana Santa de Toro. Foto Marisol Cámara

«El Sábado Santo todo Toro quiere acompañar a la Virgen», pues es el día de la Vela a la Virgen de la Soledad, día en el que «nadie la quiere dejar sola, nadie, no estás sola, Soledad, está Toro contigo«. Continuó Santana explicando que «la Virgen ya se encuentra de luto riguroso vestida de Sábado Santo, con toca, manto y saya de terciopelo negro bordado en azabache«. Esa tarde, tras la oración y el rezo del Vía Matris, «la Virgen por excelencia de la Semana Santa toresana se dispone a recorrer las calles de Toro, que la arropa y la envuelve de cariño», procesión durante la que «se produce desde hace unos años uno de los momentos más entrañables», cuando, en la Glorieta, «la Virgen se dirige a la iglesia del Santo Sepulcro, en cuya puerta se encuentra su Hijo, Cristo muerto, esperándola; en ese instante, suenan los acordes de la Banda de Toro y la Virgen le hace una pequeña reverencia al Cristo». Y justo antes de entrar de nuevo en Santa Catalina, los presentes «entonan la Salve popular» y «Toro le lanza una caricia a la Madre».

Y así llega el Domingo de Resurrección, cuando tiene lugar la Procesión del Encuentro entre «la imagen del maravilloso Resucitado […] que sale de la iglesia del Santo Sepulcro, mientras que la Virgen, de luto riguroso, es cargada por mujeres desde la Colegiata» para encontrarse en la Plaza, donde «salvas y palomas anuncian que Dios ha vuelto a la vida, esa sensación resuena en toda la Plaza y en los corazones de Toro».

Es el final de la Semana Santa, pero así es como «la primavera en Toro comienza», con «la reunión más importante del año», pues «todas las familias se juntan, abrazos, besos, estrujones, emociones contenidas de una semana que nos une y atrapa… y más abrazos con personas que durante el año no volveremos a ver y no sabemos quiénes son y, mucho menos, cómo se llaman». Pero «después de los achuchones y palmadita en la espalda, un saludo unánime: hermano, salud para el año que viene«.

Luis Santana concluyó su magnífico pregón dedicándoselo «a nuestros abuelos y padres… A todas las madres… La mía se fue hace unos días…, y a todos los toresanos que han hecho posible el milagro de la Semana Santa… ¡Va por ellos!»

 

Cofrade de Honor 2025

Al finalizar el pregón que abría oficialmente la Semana Santa de Toro, el presidente de la Junta Pro Semana Santa, Crescencio Álvarez, hizo entrega del Cofrade de Honor, máximo reconocimiento que otorga este organismo, a Francisco Javier Ruiz Matilla, conocido popularmente como Javi «Correas».

La concesión de este reconocimiento se determinó por su colaboración desinteresada con todas las cofradías de la ciudad, así como su trayectoria de 48 años como hermano de la Cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla.

Al recoger el Cofrade de Honor, Ruiz Matilla se mostró muy agradecido por la distinción y con palabras de emoción, con una mirada al cielo, se lo dedicó a su padre.

 

Fotos Marisol Cámara

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