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Óscar Figueruelo, escritor: «Me define la narrativa envolvente que intento llevar a cabo, hacer sentir al lector lo que están sintiendo los personajes»

Figueruelo se encuentra inmerso en la presentación al público de su segunda novela, "Blanco sobre negro", de la que destaca sus potentes personajes secundarios y la riqueza de sus descripciones, tanto físicas como psicológicas. Además, en un repaso por la situación actual de la Cultura y la Literatura en España, incide en que en este país, con la excepción de muy pocos, no se puede vivir del Arte y de la Cultura

Tras la publicación de «Calma», «Blanco sobre negro» es la segunda novela de Óscar Figueruelo Burrieza, escritor zamorano, nacido en Almeida de Sayago, quien ejerce como profesor de Educación Primaria en la isla de Ibiza, donde reside desde hace más de veinte años, y se define como «escritor por devoción«.

– ¿Qué tal nota la acogida de su segunda novela, «Blanco sobre negro», por parte del público?

– Muy buena. Es verdad que sólo lleva unos meses a la venta y las críticas y comentarios que me están llegando son fabulosos, me están sorprendiendo porque entiendo que es una novela arriesgada tanto por el tema como por la forma porque no es una novela difícil de leer, pero sí que es una novela con recovecos, con idas y venidas, con detalles, con diferentes historias, con bastantes personajes…, puede resultar un poco compleja la lectura. Luego tiene un giro final muy brutal, muy marcado, que a la gente le está llamando la atención. Hay que leerla con atención, es una novela fácil, pero hay que ponerle los cinco sentidos.

– Un breve resumen de la novela…

– La novela se desarrolla en 1994, básicamente, y en un centro público de rehabilitación de toxicómanos en una gran ciudad. Allí conviven profesionales e internos, con todas sus vicisitudes, con todas sus relaciones, con todos sus problemas personales, profesionales, institucionales, es una época de cambios, y, sobre todo, con los problemas en la relación con uno mismo, que casi siempre es la peor. Cada uno tiene su pasado, a veces sorprendente y, a veces, lo que nos cuentan no es verdad… Y eso es lo que pasa en mi novela.

– Usted destaca la potencia de sus personajes secundarios y la riqueza de sus descripciones, ¿por qué?

– Es una novela que podríamos decir que tiene cuatro o cinco personajes principales. Hay un protagonista, pero luego hay tres o cuatro que están muy paralelos, y luego hay un abanico de personajes secundarios que aportan mucho, que no están por estar, tienen mucho peso. Y hay unas descripciones físicas y psicológicas muy importantes, sobre todo las descripciones de personalidad porque, claro, esa personalidad es la que le va a dar sentido a su presencia en la novela y a las cosas que pasan. Es verdad que las descripciones físicas también son importantes porque es una novela en la que yo hago mucho énfasis en lo que los demás ven en nosotros y en como realmente soy yo. Pero, claro, el como realmente soy yo también depende muchas veces de las circunstancias, es decir, que al final puedes acabar de leer la novela y no vas a saber decidir si el personaje era bueno o malo, o era blanco, era negro o era gris… El título también va un poco por ahí. Y en cuanto a las descripciones físicas es igual, aportan mucho, que lo que hago no es describirlas todas de golpe, están situadas a lo largo de las 400 páginas, buscando también que el espectador mantenga esa atención, se haga una idea de cómo es la gente, pero los matices están regados a lo largo de toda la novela, matices físicos y psicológicos de los personajes.

– Su primera novela fue «Calma», ¿fue su buena acogida lo que le animó a seguir escribiendo?

– Sí, porque es verdad que existía «Blanco sobre negro», existía con otro título, existía con el título de «Un pozo sin fondo», luego lo cambié porque me parecía que «Blanco sobre negro» se ajustaba más a lo que pasaba dentro; bueno, el otro título también se ajustaba bastante, pero éste me llamó más la atención. Pero sí, si «Calma» no hubiera tenido la buena acogida que tuvo, yo no hubiera revisado «Blanco sobre negro» y hubiera continuado en el cajón. Al ver lo que pasó con «Calma», pues eso me animó.

– ¿Qué le hizo escribir una novela teniendo ya otra escrita?

– Porque la primera novela, «Calma», que está enmarcada en lo que nos ha tocado vivir con el coronavirus, surgió en el confinamiento, yo sentí esa necesidad de escribir lo que hay en «Calma» porque nos vimos de repente encerrados en casa, con la gente muriéndose, con los hospitales colapsados, con una enfermedad que no sabíamos si era grave, si no lo era, si se estaba exagerando, si no se estaba exagerando…, pero todo esto ha sido fruto de un estilo de vida, de décadas de maltrato al planeta y un estilo de vida de movernos por todo el mundo, no somos capaces de quedarnos quietos, y lo bueno y lo malo se expanden en veinticuatro horas. Nosotros pensamos que desde que salió el virus hasta que llegó aquí pasaron meses, pues no pasaron ni veinticuatro horas y el virus ya estaba extendido por todo el mundo. Pues todas esas cosas, que han sido muy fuertes, y a lo mejor con el paso del tiempo sepamos darle la importancia que tienen o que han tenido, fue lo que a mí me llevó a escribir «Calma», las reflexiones, esa necesidad de sobrevivir, que los protagonistas llegan al extremo de hacer lo que haga falta por mantenerse con vida, aunque luego a lo mejor no merezca la pena vivir esa vida, pues por eso escribí «Calma». No se me ocurrió sacar del cajón en aquel momento «Blanco sobre negro» porque es otro tipo de novela. Pero sí que es verdad que una vez que conseguí que Avant me publicara «Calma» y ver el recibimiento de los lectores y las críticas, sí que enseguida pensé que «Blanco sobre negro» merecía la pena que viera la luz, revisada, corregida, retocada, no cambiada, porque tal y como estaba escrita cuando yo la escribí hace veinticinco o veintiséis años, así no podía ver la luz.

– ¿Sus dos novelas siguen un mismo estilo?

– Sí, siguen un mismo estilo, aunque no tienen nada que ver ni en el fondo ni en la forma. «Calma» es una novela contada en primera persona del personaje, que está contando en estilo diario y no hay diálogos, las descripciones físicas son muy limitadas, con conversaciones interiores que están entrecomilladas, y, sin embargo, en «Blanco sobre negro» hay muchísimo diálogo, es una novela narrada en tercera persona, y algunas veces en segunda.

– Entonces, ¿ese mismo estilo en qué se puede reconocer? ¿Qué es lo que le define como autor?

– Creo que me define la narrativa envolvente que intento llevar a cabo. Yo no quiero hacer una narrativa lineal en la que describo lo que les va pasando a unos personajes. Cuando digo una narrativa envolvente me refiero a hacer sentir al lector lo que están sintiendo los personajes que están viviendo esas aventuras, a meter al lector dentro de la historia para que sepa lo que está pasando por arriba, por abajo, por la izquierda y por la derecha, no solamente en dirección frontal.

– Por tanto, de algún modo incluye al lector como un personaje más…

– Yo creo que lo meto como un personaje más, podríamos decir. Intento que haya una riqueza de vocabulario, intento utilizar el gerundio, que es muy complicado y está en desuso, pero a mí me gusta, y el orden de las palabras en la frase, que es muy complicado. Todas estas cosas son las que intento que figuren en mi narrativa para que el lector, a lo mejor, el día de mañana pueda reconocerlas.

– ¿Qué es lo que le llevó a empezar a escribir y cuándo empezó?

– Yo soy una persona de letras y, de hecho, cuando yo estudiaba Bachillerato, allá por finales de los años 80, hasta que no llegué a 3º de Bachillerato y pude elegir letras puras lo mío fue un calvario con las Matemáticas, y también con la Física y la Química. Siempre me gustó escribir, en las revistas que hacíamos en el colegio o en el instituto, o colaboraciones, o con cartas al director en los periódicos, y en la universidad, trabajos que hacíamos, y cuando yo acabé la carrera fue cuando decidí escribir esta novela porque estaba viendo cosas a mi alrededor, con los amigos, con los conocidos, en aquella época, en el mundo de la noche y de las malas vidas, que eran peligrosas, y todo esto hay que aderezarlo con la aparición del sida; yo soy de una generación joven pero que nos tocó el sida de lleno y apareció en nuestras vidas, y, claro, tú estabas de fiesta, tú te relacionabas, pero había un componente más en esas relaciones, que era el sida. Dejó de ser una enfermedad mal llamada de homosexuales, de drogadictos, para luego ser una enfermedad de todo el mundo. Pues un poco como está pasando ahora con la viruela del mono, todo esto me recuerda un poco a lo del sida, que primero se estigmatizó a un colectivo y luego se extendió a todo el mundo. Entonces, yo acabé la carrera y quise escribir esas cosas, que me parecían interesantes, y también denunciar el que las personas, por malas situaciones que estén viviendo, con la drogadicción, o con el alcohol, o con lo que sea, no dejan de ser personas, que muchas veces lo olvidamos, olvidamos que detrás de una desgracia hay una persona, y eso yo quise plasmarlo en «Blanco sobre negro» y estas cosas fueron las que me llevaron a escribir esta novela, que no conseguí publicar. Lo intenté, la mandé a varias editoriales a Barcelona, editoriales tradicionales porque entonces no existía esto de la autoedición, no había esa alternativa, pero luego hubo algún espabilado que dijo «esto es un filón, así que ofrecemos la autoedición», y bien está, es una manera de que mucha gente haya podido sacar a la luz sus obras.

– ¿Mantiene los dos motivos por los que comenzó a escribir, la vocación y la necesidad de contar cosas?

Los mantengo. Y ahora, encima, en estos últimos dos años y medio, también por la necesidad de tener la mente ocupada porque hemos estado viviendo una pesadilla con continuas idas y venidas, con restricciones, con cierres, y a mí el escribir me ha mantenido alejado de esta locura de tiempos modernos, digamos. Me lo paso bien también ideando, me gusta.

El escritor Óscar Figueruelo con «Blanco sobre negro» en Toro. Foto Marisol Cámara

– ¿Qué otras cosas ha escrito o escribe?

– Escribo también relatos cortos. Poesía, no, poesía no he escrito. He leído, me gusta la poesía, pero creo que no tengo capacidad. Pero escribo relatos cortos, también un poco por estar entretenido y porque el relato corto tiene un encanto, que es el contar una historia con muy pocas palabras. También he escrito algunos microrrelatos, pero el microrrelato creo que es demasiado corto y también tiene una dificultad extrema, y cuantas menos palabras usas, menos puedes contar, pero es que tienes que contar muchas cosas en esas pocas palabras; escribir una cosita en un folio está muy bien, pero escribir esa cosita en cien palabras, comprimirla, eso es un arte, es muy difícil. A mí me gusta más el relato corto, en torno a tres folios, mil quinientas palabras, por ahí…, y también tiene su aquél. Digamos también que a mí el relato corto me sirve un poco de germen para otras historias, yo lo relaciono y luego le saco también provecho. Tengo algunos publicados, algunos han ganado premios, y en éstas estamos…

– ¿Qué premios ha ganado con sus relatos?

– El verano pasado en Fermoselle gané el premio de relato corto y esta primavera también un relato mío fue seleccionado en un concurso en catalán en Barcelona por la fiesta de San Jordi. Yo escribo en castellano, pero en la docencia me toca utilizar el catalán, e incluso el inglés, así que si tengo que escribir en catalán, pues también escribo. Piensa que yo vivo en Ibiza y allí, esto del catalán… hablamos de Cataluña, pero el catalán es toda Baleares y casi toda la Comunidad Valenciana.

– ¿Cómo se desarrolla su proceso creativo?

– Yo creo una idea en la cabeza, casi siempre con principio y final, y a partir de aquí es empezar a rellenar estas historias. Para documentarme selecciono y veo cine, veo series y leo bastante, y luego, también, en la realidad que me rodea. Yo, muchas veces, para crear un personaje a lo mejor pienso en alguien que conozco, y no necesariamente tiene que ser así, pero hay veces que para no despistarme y centrar la atención pienso en alguien que yo he conocido y que, más o menos, tenía esas características. O incluso en espacios. Otra cosa es que yo en estas dos novelas no he centrado la acción en un sitio en concreto, pero de manera justificada, o a propósito, porque he querido dejar la imaginación del lector abierta, porque cada uno sitúa la acción donde le conviene. Cuando considere que debo centrarla en un sitio concreto y poner nombres propios, lo haré. Así que yo me documento, casi diría que en mis experiencias, mis conversaciones con la gente, en la lectura, en el cine y también buscando información porque yo siempre digo que la ficción, aunque sea ficción, tiene que ser creíble y cuando uno está hablando de algo, sin ser un experto, pero tiene que saber lo que está diciendo; uno puede tener concesiones literarias, evidentemente, pero hay cosas que no y aunque sea ciencia ficción hay que hacerlo creíble, y para eso también a veces hay que documentarse bastante.

– ¿Existe algún motivo, especialmente, que le suponga una inspiración?

– Yo creo que la mayoría de las veces los escritores, la gente que crea, nos inspiramos en el ser humano, la fuente de inspiración, generalmente, somos las personas, la manera de ser, la manera de actuar, la manera de comportarnos, de responder ante una amenaza, o ante la felicidad, o ante la alegría, o ante la muerte… Porque incluso cuando se escriben fábulas sobre animales, al final no escribes desde el punto de vista de un animal, cuando una persona escribe pone a los animales como protagonistas o personajes de sus creaciones, pero al final les otorgamos sentimientos y pensamientos humanos. Somos egocéntricos, el ser humano es egocéntrico y no piensa en escribir desde el punto de vista de otra cosa que no sea el ser humano, nosotros nos creemos el centro del universo y que todo gira en torno a nosotros. Yo creo que nos inspiramos en nosotros mismos, nos miramos mucho en el espejo y las historias versan alrededor de las personas, creo yo.

– ¿Cómo definiría su estilo literario?

– Yo creo que es un estilo literario creativo, intento también tener una riqueza de vocabulario y, por ejemplo, en las pocas cosas que he escrito hasta ahora también he intentado, en función de lo que cuento, utilizar un lenguaje más actual o menos actual. Mi primera novela, dentro de que era una novela centrada en el año 2021, hacía muchas alusiones al pasado y en todas esas alusiones he intentado utilizar muchas expresiones y vocabulario que se usaban entonces. La segunda novela, que es una novela de los años 90, pues también tiene ese tipo de vocabulario. Yo pienso que mi estilo es un estilo al servicio de la historia que estoy contando.

– Y también depende de qué personaje sea el que habla, porque no todo el mundo habla igual…

– Efectivamente. Eso sé que en alguna ocasión se me puede haber escapado, pero también lo tengo en cuenta, depende de quién hable…

– ¿Cómo crea sus personajes?

– Los personajes de mis novelas tienen unas personalidades muy complejas, lo que hace que no nos pongamos de acuerdo en si son buenos o malos. Eso también me congratula, el hecho de que un lector me diga que un personaje es bueno pero se ha visto en determinadas circunstancias y ha actuado así, por ejemplo. Eso quiere decir que lo he dotado de esa complejidad que yo quería. Los personajes principales a lo mejor encierran varias personalidades en sí mismos, pero es que yo creo que las personas somos así, esto no es como el cine o la literatura infantil, donde la buena es buena buenísima y guapa guapísima, y la mala es mala malísima y fea feísima, la vida no es así, cada uno te cuenta la feria según le va… En los personajes principales yo creo que es una amalgama de personalidades y a lo mejor, queriendo o sin querer, he metido gente que yo he podido conocer, que es verdad que por estudios o por trabajo he conocido mucha gente en mi vida. Luego, en los personajes secundarios sí que me suelo fijar en gente que he conocido para centrar un poco la descripción en ellos, pero al final también les vas dando un toque, no personal ni autobiográfico, sino que yo invento, yo creo, y sólo estoy desde un punto de vista creativo. Ésa es la grandeza de un escritor, el desdoblarse y salir de la personalidad propia y poder crear, es que si no todo lo que escribes sería lo mismo…, si tú no eres capaz de inventar y crear, y a veces esos personajes cobran vida, se rebelan, tú los quieres someter a algo y no pasa… Lo he escuchado a bastantes escritores, esta reflexión.

– Ya está inmerso en la preparación de su siguiente novela… ¿qué puede adelantar sobre ella?

– Estoy en proceso de documentación y este verano he aprovechado para hacer trabajo de campo, y nunca mejor dicho porque va a ser una novela, no centrada en el estraperlo únicamente, sino que va a ser una novela sobre la vida de la gente de los primeros años de la posguerra en la frontera de España con Portugal en el río Duero. No es una novela sobre el estraperlo, es una novela sobre la gente que en aquella época para sobrevivir tuvo que dedicarse al estraperlo, va a haber toda la relación que había a nivel social, a nivel personal, a nivel familiar, en aquellos años tan duros, que yo no me canso de repetir que hay que recordar que aparte de la posguerra española era la II Guerra Mundial, y eso casi nunca se tiene en cuenta cuando se habla de esta época de los años 40, España estaba muy mal porque salíamos de una guerra, pero lo acabó de rematar la situación de Guerra Mundial. Y como quiero que aquí sí que el paisaje y la zona sean también protagonistas, porque es que lo son, porque el cruzar los ríos, en este caso el Duero, pero me da igual cualquier otro, marcaba la diferencia entre el éxito y el fracaso en el estraperlo, entre la vida y la muerte, mucha gente quedó ahogada en los ríos. Así que para darle ese sabor especial necesito conocer esos sitios en la medida de lo posible para trasladarlos al libro. Conozco bastantes, pero necesito conocer más, y hay sitios que están impracticables porque está el monte abandonado, pero hay otros que me tienen que llevar, necesito la ayuda de gente de allí para que me cuenten lo que pasaba.

– ¿Cómo le resulta compaginar su labor como escritor con su trabajo como profesor?

– No lo compaginaría mal si no fuera por la falta de tiempo porque también soy padre de familia, pero es que yo imparto docencia en 1º y 2º de Primaria y ahí lo de la lectoescritura es fundamental. A mí me gusta mucho leer con mis alumnos, y toda esa lectura, ese entusiasmo que yo le pongo…, creo que uno de los canales de aprendizaje es la lectura y debería ser el principal, y se está dejando bastante de lado, igual que la escritura, y luego vienen los problemas, la falta de comprensión lectora luego acarrea lo que acarrea, que no aprendemos. Y no todo es escuchar o ver vídeos en Youtube, hay que leer. Yo inculco mucho esto a mis alumnos, nos lo pasamos muy bien leyendo, y cuando leemos yo también estoy chupando de ahí y estoy ideando cosas, y lo compagino bastante bien. En Ibiza tenemos horario de mañanas y tengo las tardes libres, pero tengo que ajustar mucho porque si no ando muy mal de tiempo, no tengo todo el tiempo que quisiera, y según la época del año, menos. Qué le vamos a hacer… en este país, del Arte y de la Cultura no se vive, o viven cuatro, y hay que compaginar y tenemos que tener un oficio.

Figueruelo muestra su libro «Blanco sobre negro». Foto Marisol Cámara

– ¿Qué opina sobre la situación actual de la Cultura en España y, en concreto, de la Literatura?

– Yo tengo una opinión bastante negativa de la situación de la Cultura en este país, creo que de siempre, y creo que últimamente más por los intereses sociales y por la influencia del cine, de este bombardeo de cultura anglosajona, que es un tsunami que arrasa; hoy tenemos los móviles, tenemos las plataformas, tenemos el internet, pero ya ves todo lo que viene por ahí. Y lo que es luego cualquier espectáculo en vivo se resume, casi, a festivales musicales y a los musicales, y casi nada más, fútbol y hasta los toros, que fíjate cómo está el tema… Es que yo creo que la Cultura nunca ha estado bien en este país, nunca, nunca. Y la Literatura, dentro de este contexto, se lee poco, aunque hay gente que en el confinamiento ha leído, pero ya veremos cuánto va a durar esto, o en cuanto volvamos a la normalidad, como ya parece que estamos volviendo, no volvemos a leer. Además, en el tema de la Literatura yo me estoy encontrando con una realidad y es que escribe muchísima gente. A mí no me molesta que yo no llegue a ser un personaje de la Literatura porque yo he llegado tardísimo a este mundo, pero lo que sí me molesta es que mucha gente, por el mero hecho de ser no sé quién o salir en televisión, le escriban cosas o escriba cosas que no merece la pena que se publiquen y la gente las compre. Y yo, incluso, soy muy crítico con cosas como, por ejemplo, el Premio Planeta, porque es el más conocido y porque ha hecho cosas que llaman la atención, pero lo hacen en beneficio de su negocio, pero también soy crítico con otras editoriales y con otros certámenes, que se lo dan a gente famosa, si no, como mucho eres finalista o seleccionado de las diez mejores, que, claro, estar entre los diez ya es un éxito, pero el primero y el segundo, evidentemente, eso ya estaba reservado… Pues ésa es mi opinión de la situación literaria actual.

– ¿Y qué opinión le merece la autopublicación?

– Se puede hablar de la calidad o de la corrección en la autopublicación, pero incluso con una editorial tradicional con gente profesional te toca estar con cuatro pares de ojos. A mí me ha tocado estar ahí, y la primera tirada de «Calma» salió bastante mal porque yo sí revisé las correcciones de la correctora, pero no revisé lo que no había corregido ella y se colaron cosas, cosas que no deben colarse, y hubo que hacer dos correcciones, y las tiradas son pequeñas y, afortunadamente, enseguida tienes otra vez el libro como tú quieres. A mí las críticas, que me han venido muy bien, más feroces y más constructivas me han venido por parte de profesoras de Literatura de Secundaria, y las he agradecido muchísimo porque es la manera de crecer y de evitar errores pasados, que no se produzcan en el futuro, porque la perfección no existe pero hay que intentar hacerlo lo mejor posible, evidentemente.

– ¿Es difícil publicar un libro hoy día? ¿Cómo es su experiencia en este sentido?

– La autoedición no, la autoedición es muy fácil, sólo hay que tener dinero, y hay editoriales muy buenas que hacen trabajos muy buenos, pero, claro, luego te lo gestionas tú. Yo, en mi caso, con la primera novela no pude publicar, en los años 90 era el sistema tradicional, un sobre y lo enviabas a una dirección, y a mí me lo devolvían, incluso con una carta dándome las gracias, pero que no entraba en sus planes editoriales. Hoy eso sigue siendo así, pero, acto seguido, punto y aparte, te invitan a que en su sección de autopublicación estarían encantados de prestar sus servicios, y es una manera de dar salida. Yo, en este caso, con «Calma» lo que hice fue mandarlo a tres o cuatro editoriales a través de internet porque con todo el tema del coronavirus no se admitían envíos físicos, y les gustó la novela y se pusieron en contacto conmigo. A mí quien me convenció para publicarla fue una editorial, que no diré cuál, que se la habían estudiado la novela, pero me ofrecían unas condiciones que me parecían abusivas, tenía que comprar muchos volúmenes, la edición era totalmente gratuita, pero yo tenía que comprar muchos volúmenes, no sé si hablamos de 500 libros, con una promoción brutal a nivel de Europa que luego no se llevó a cabo porque el confinamiento, con todas las medidas restrictivas, ni ha habido ferias del libro ni ha habido nada. Si yo hubiera aceptado aquellas condiciones, no sé, igual yo ahora tenía en mi casa 200 o 250 volúmenes, aparte de los que hubiera vendido. Pero fue así, a esta editorial le dije que no, y luego con las otras dos, la que me pareció más conveniente y que me ofrecía unas condiciones, pensé yo en aquel momento, más aceptables. Porque yo he tenido claro que yo no vendo libros, no soy librero, yo escribo, creo que tiene que haber gente profesional detrás. La autoedición implica mucho trabajo por tu parte y, a lo mejor, de pagar ese trabajo a otras personas, y de esta manera lo hace la editorial, bien, mal o regular, pero son ellos los que hacen todo, yo tengo que aceptar también sus condiciones, con el porcentaje que me llevo por ventas, con su distribuidora, con Amazon, que en Amazon lo imprimen ellos, no son los libros iguales, eso me llama mucho la atención y lo que se compra por Amazon no me gusta porque ni la calidad del papel, no vienen con solapas, la calidad de la portada no es tan buena, el libro comprado por Amazon tiene muy poca calidad. Y una de las cosas que sí tiene esta editorial, Avant, dentro de lo que es, que es una editorial pequeña y con una trayectoria de ocho o nueve años solamente, es que sí que cuida la edición de los libros, unos libros más o menos presentables, en ese sentido no estoy descontento.

– ¿Ha elegido lo que quería o todo se lo han dado ya decidido?

Eliges pocas cosas. Yo, en este caso, le comentas lo que quieres de la portada, lo que te parece, te hacen la propuesta y la aceptas o no la aceptas y, si no, te hacen otra propuesta. Hay dos formatos de libro, uno más grande y otro más pequeño. A mí me gusta el libro más pequeño, pero en «Calma» lo podríamos haber hecho, pero en «Blanco sobre negro», no, porque se nos iría, son 400 páginas y se nos iría a bastantes páginas más porque ellos lo que sí quieren es tener una letra bastante grande para que el lector, porque ya la mayoría de gente que lee es gente de una edad, haga una lectura que no sea forzada. Yo me dejé asesorar en este caso en contra de mi voluntad, que me hubiera gustado un libro más pequeño, pero me decían que si era más pequeño había que poner más páginas y salía más caro a la venta, porque al final «Blanco sobre negro» son 21 euros de libro y, claro, es dinero. Que yo también lo entiendo, hay cosas que las puedo elegir y hay cosas que no, o cosas que discrepamos y hablamos, si me convencen o no me convencen. Pero es muy difícil que una editorial convencional te publique un libro, es muy difícil. Luego yo, con «Calma», el año pasado fue el libro más vendido de su editorial y tampoco son unas cifras, ni mucho menos, más allá, o sea, que imagínate lo que se vende; a mí el editor me dice que tengo que estar contento, y sí, vale, estoy contento, pero a mí me gustarían cifras más elevadas, es así.

– Hace más de veinte años que vive en Ibiza, pero no se ha desvinculado de su tierra, Zamora, ¿la visita a menudo?

– Sí, sí. En los periodos vacacionales, en todos. De hecho, yo tengo casa en Almeida, yo compré casa en Almeida, porque en Ibiza estoy contento, estoy bien, dentro de lo que se escucha en los medios de comunicación, que es verdad que Ibiza está imposible y en verano, con el turismo, más, pero no hay distancias y a la hora del trabajo y del día a día estoy contento. Pero, claro, yo soy zamorano y yo, de hecho, me fui de aquí porque no encontré trabajo aquí, yo no me fui por voluntad propia, si no, no me hubiera ido, y sí, me fui allí sabiendo dónde iba, sabiendo las oportunidades que había en el mundo docente, y allí metimos la cabeza mi mujer y yo, ella también es maestra, ahí estamos, nos hemos quedado. Y ella también es zamorana, somos del mismo pueblo, somos de Almeida los dos; entonces, claro, en cuanto tenemos vacaciones nos venimos, Navidades y verano, siempre, y Semana Santa, casi siempre.

– ¿Qué le parecen Toro y su vino?

Toro es una ciudad preciosa y me encanta, Toro es un sitio muy bonito. Yo no soy muy de vinos, pero sí que tengo que reconocer, que ya tengo una edad, que yo conocí el vino de otra manera en Toro, con otra graduación y otra trayectoria, y creo que tiene mucho mérito lo que ha hecho Toro en el mundo del vino; ha estado siempre, pero es que ahora está muy arriba, es que ahora mismo, a lo mejor, Toro, no te voy a decir que esté a nivel de Rueda, pero casi, y Rueda está al nivel de La Rioja, o más, y depende dónde vayas, en Ibiza pasa, si quieres acertar pide un Ribera del Duero, no pidas un Rioja, y Toro va ahí, o sea, que hay que felicitar el trabajo que se está haciendo en Toro, que está en el mapa y tiene mucho prestigio, lo han hecho muy bien los responsables. Toro, si hace treinta años, cuando tuvo que tomar la decisión de seguir por donde iba o modernizarse, a lo mejor podía haberse equivocado o la apuesta haberle salido mal, pero creo que le ha salido bien, sobre todo el tinto. Y las bodegas que han hecho, fantástico. Yo no soy muy «vinero», pero, efectivamente, una copa de vino acompaña una buena comida.

– ¿Contento con el trato recibido en Zamora como escritor?

– Sí, yo tengo que agradeceros a todos los medios de comunicación de Zamora, que me trataron muy bien con «Calma», y ahora con «Blanco sobre negro», más todavía, y la cobertura que se ha dado y la publicidad que me habéis dado ha sido increíble. Yo puedo decir que soy profeta en mi tierra, pues la gente me ha pedido que presente la novela en varios lugares. Y también estoy muy contento con la presentación que hicimos en Zamora, la gente se fue muy satisfecha y fue muy ameno, y he acudido a la radio, a la televisión, entrevistas en prensa, y repito que estoy muy contento y muy agradecido.

Fotos Marisol Cámara

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