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Toro, lugar de encuentro para las mujeres artistas

La II edición de La Iberoamericana, que se clausurará este domingo, 16 de octubre, ofrece la oportunidad de descubrir y admirar en una zona rural un maravilloso y amplio catálogo de obras de arte contemporáneo de mujeres artistas, en una interesante conjunción con el arte antiguo que representan sus sedes, iglesias y edificios de siglos anteriores

La II edición de La Iberoamericana de Toro, muy próxima ya a su clausura, abrió sus puertas este año a lo grande, más, si cabe, que el año anterior. Si en su I edición, en 2021, mostró a unas 30.000 personas 150 obras de 30 mujeres artistas en cinco sedes desde el 10 de julio hasta el 15 de septiembre, en la de este año expone más de 125 obras de 35 artistas en seis sedes, el Alcázar, la iglesia de San Agustín, el Hospital de la Cruz, la iglesia de la Concepción, la Casa de Cultura y la antigua Capilla de los Mercedarios, a las que se añade el teatro Latorre, lugar de los Encuentros Delhy Tejero, y con un mes más de exhibición de la muestra, desde el 1 de julio hasta el 16 de octubre. Además, en esta ocasión, se pueden admirar obras cedidas por museos nacionales que se han sumado a este proyecto, el Museo Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, la Diputación Foral de Bizkaia y el MUSAC, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León.

También cuenta esta nueva edición con otro atractivo más, y es que se ha incorporado un ciclo de cine realizado por mujeres, en este caso, peruanas, ya que este año el país invitado es Perú, mientras que el año pasado lo fue México. Tan sólo es su segundo año y ya se ha superado. Y eso, sin saber, a falta de los datos oficiales tras la clausura, el número total de visitantes que admirarán y disfrutarán de esta ambiciosa, diferente y necesaria exposición.

La Iberoamericana nace con la pretensión -que, desde luego, consigue- de dar una visibilidad y un valor a las mujeres artistas que, salvo contadas y excepcionales ocasiones en el pasado, y algunas ocasiones más, no demasiadas, según ha ido pasando el tiempo, no se les ha permitido tener. Y eso, sabiendo taxativamente que, en todas las artes, muchos de los que se han considerado hombres artistas a lo largo del tiempo no han sido tal, bien porque la mujer era la artista, pero era un hombre (en numerosos casos el marido) la cara visible, el que ponía el nombre y la firma y se llevaba todo el reconocimiento, y aun la fama, o bien, algo que ha pasado sistemáticamente a lo largo de las épocas, la mujer ha firmado bajo pseudónimo masculino, con lo cual, de forma recurrente, el reconocimiento y la fama se los llevaba un nombre que, por supuesto, no dejaba ver a la mujer que había detrás. Injusto, por supuesto, y muchos adjetivos más…

Evidentemente, ni La Iberoamericana ni sus creadores vienen a rescatar a las mujeres artistas, que eso ya saben hacerlo ellas, lo que se demuestra en el hecho de que el paso del tiempo y los obstáculos interpuestos, lejos de desanimar a la mujer, han conseguido que siga luchando como artista, y aquí siguen las creadoras, cada vez más y cada vez más reconocidas. Además, quizá no el nombre, pero sí la obra de las mujeres ha sobrevivido al tiempo y se sigue admirando el arte de las artistas que ya fueron. Y se sabe que la obra es más importante que el artista, como lo demuestran todas las obras que se conocen y de las que se desconoce quién las creó.

Una de las obras que más admiración ha despertado. Foto Daniel Cámara

Lo que sí pretenden La Iberoamericana y sus creadores es ofrecer un espacio a mujeres artistas contemporáneas donde se recuerde que su valor y su valía son inconmensurables, donde se muestre el respeto que se tiene por ellas y por su arte. Y también se busca demostrar, y se demuestra, de manera efectiva, con hechos y no sólo con palabras, que el arte y las grandes exposiciones pueden existir, y tener un magnífico éxito, en las zonas rurales, más pequeñas, pero más acogedoras y también repletas de talento, de ideas y de ganas de trabajar, y no sólo en las grandes ciudades.

Si a lo largo de la Historia se ha pretendido silenciar a la mujer artista, -a la mujer, en general-, ella se las ha arreglado para poseer y mostrar una voz propia y fuerte que ha trascendido al tiempo. Y eso es algo que se observa en La Iberoamericana, una muestra expositiva que, además, presenta un interesante diálogo entre las obras contemporáneas y el arte de siglos pasados, ya que sus sedes son iglesias y edificios antiguos. Puede sonar extraño al principio, incluso disonante, pero sólo hasta que se entra en esas sedes a contemplar, no sólo las obras de arte propias de esta exposición, sino también las que existen en las sedes mismas y, por supuesto, esa conjunción maravillosa que se produce entre varias épocas artísticas, lo que resulta, finalmente, una muestra armoniosa que hace disfrutar de una visita diferente, amable y que deja un regusto de calma, incluso ganas de repetir la experiencia.

Respecto a La Iberoamericana, el magnífico artista zamorano Antonio Pedrero me comentaba el otro día durante una conversación que le parece «una apuesta muy notable de arte contemporáneo, como me pareció la edición anterior», motivo por el que resaltó que «felicito a Toro porque me parece ejemplar su puesta a punto», de modo que quiso dar a la ciudad «mi enhorabuena por este importante empeño y continuidad». También destacó el hecho de que, en la realidad, «hay dos exposiciones, la de los contenidos y la de los continentes«, en alusión a la conjunción de obras contemporáneas expuestas en sedes de arte antiguo, ambas «con una puesta a punto impecable». En opinión de Pedrero, por tanto, La Iberoamericana «es verdaderamente ejemplar a todas luces», por lo que anima a Toro a continuar en esta línea, «hay que seguir en esa filosofía».

Fotos Daniel Cámara

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