God save the Queen
Hoy ha fallecido la reina Isabel II de Inglaterra. De sus 96 años, casi 71 los dedicó a su país. Con luces y sombras, pero con un marcado carácter y una gran defensa de las tradiciones, lo que hizo de ella una monarca respetada y querida en el mundo
La reina Isabel II de Inglaterra ha muerto. Tranquilamente, pacíficamente, con una paz que a menudo se le negó. No sólo por las muchas y difíciles circunstancias que tuvo que sufrir y superar a lo largo de sus 96 años de vida, o por las dificultades y sinsabores que, sin duda, conlleva un cargo como el suyo, sino también, y en muchas ocasiones, por su familia. Pero, al menos, según el comunicado oficial, ha tenido una muerte en paz en su residencia privada de verano, el Castillo de Balmoral, donde le gustaba estar, donde decidió pasar más tiempo durante el último año.
Con casi 71 años de reinado, Isabel II ha conseguido ser la segunda monarca con un reinado más largo, sólo superada por el rey Luis XIV de Francia, quien superó los 72 años en el trono.
La reina eterna, Lilibet, como la llamaban cariñosamente las personas más allegadas y que más la querían, ha dejado una herencia vital que, no exenta, por supuesto, de luces y de sombras, supone un legado importante, en especial, para las mujeres.
Cuando estamos inmersos en una época en la que no parecen importar los méritos de cada uno, sino sólo los «me gusta» conseguidos con la mayor rapidez posible, pero que al momento se pierden «en el tiempo, como lágrimas en la lluvia», ya que se olvidan con la misma fugacidad; en una época en la que hay mujeres que, sin mérito propio alguno ni autoridad moral con la que justificarlo, nos intentan imponer un discurso de palabras vacías sobre el empoderamiento y la igualdad de la mujer, Isabel II, sin necesidad de todo este vano despliegue para intentar encontrar una notoriedad que, no nos engañemos, sólo tiene valor cuando se consigue por el valor de aquello que se hace, nos ha dado una lección con su vida y su forma de actuar.
Ella habla de igualdad, de empoderamiento, de saber manejarse en una sociedad de poder eminentemente masculino, sin un discurso feminista porque ese discurso lo ha ofrecido, no con palabras, sino con su ejemplo, con su comportamiento, con su trabajo, con su carisma, con su fuerza, con su lucha para seguir adelante, con su valentía, con su voluntad de cumplir su deber, pero, al mismo tiempo, sin dejar que nadie se impusiera sobre ella, sobre sus ideas, ni siquiera los férreos dictados protocolarios de la monarquía del Reino Unido, pues, pese a su estricto carácter y su gran disciplina para cumplir las normas, también ha habido ocasiones en las que, de forma más o menos clara, se ha saltado alguno y ha hecho, dicho en román paladino, lo que le ha dado la «real gana».
Aprendamos de mujeres como Isabel II. Nos puede gustar más o menos como persona o como reina, pero su ejemplo, su acción y su lucha como mujer son innegables.
Dios salve a la Reina.